Friday 6 August 2010

Sobre “hacer radio” en contextos de glocalización

Esta entrada está dedicada a todas aquellas personas que aún se estremecen ante la magia de la radio. Es que muchos de nosotros, aunque vivamos en tiempos en que la imagen ha ganado predominio absoluto por sobre la palabra y el texto, aún seguimos escuchando un programa, un micro de noticias, un spot comercial o una entrevista desde nuestros hogares y/o trabajos. Pero ¿qué es lo que tiene la radio como para ser una práctica que nunca ha caído derrotada en plena evolución de las tecnologías de la comunicación? 

En primer lugar, y desde la perspectiva del que está del lado del estudio de emisión, la radio anula la imagen de los interlocutores y eso hace que no haya que, por ejemplo, hacer grandes producciones estéticas (a excepción de programas que salen al aire vía duplex). No es que los entornos donde priman los diseños estéticos y espaciales sean más frívolos, pero sí hay algo del orden de la espontaneidad que se gana en radio por sobre la TV. Y si bien es cierto que un conductor de TV tiene un apuntador que le va acercando mensajes en carteles escritos con letras grandes, él debe tener la habilidad de poder leer sin que eso quede demasiado evidente al telespectador. En cambio, el conductor de radio puede tener sobre su mesa todos los papeles y en el grado orden/desorden que él esté acostumbrado a trabajar.

Se dice que en contextos de primacía de la imagen se tiende a achicar el espacio para proyectar contenidos imaginarios. Digamos, la relación entre las palabras y las cosas recorre ligazones simbólicas propias del lenguaje que se esté hablando (o escribiendo), y la imaginación del lector funcionará como mediadora entre significado y sentido. Aquellos que tienen el hábito de leer libros saben muy bien que una novela bien escrita dispara inevitablemente el trabajo de la imaginación, aunque muchas palabras que se utilizan tengan significados biunívocos. Este modo de funcionar la imaginación no es propio ni del radioescucha ni del telespectador, pero sí del lector de periódicos, libros, revistas, gacetillas, etc.

Ahora bien ¿cómo sería que funciona la imaginación en una comunicación como la que se da en TV? Aquí tenemos que agregar una dimensión que es decisiva: la gestualidad, que opera como uno de los principales factores de significación (fundamentalmente en casos de diálogos o debates). Hay varios programas de TV basados en este tipo de comunicación; sin embargo, eso de que “el tiempo es tirano” termina condicionando las comunicaciones. De todos modos, ésa era una excepción porque en las comunicaciones basadas en la imagen termina siendo más decisivo el “fondo” que la “figura”.

Finalmente, y a ésto quería llegar, en el caso de las comunicaciones basadas en lenguaje verbal (como las que se dan vía éter) sólo hay palabras, acordes musicales, onomatopeyas y otras formas de sonidos que, quienes hacen radio, deben poder crear combinaciones que sean cada vez más novedosas e inquietantes para las personas que están del otro lado del receptor, escuchando. ¿Qué significa “novedosas e inquietantes”? Pues que sabiendo que aquí ya no hay ni ligazones biunívocas ni gestualidad, queda un espacio de intersubjetividad mucho más amplio para ser llenado con la imaginación tanto de conductores como de oyentes. Y aquí radica el punto nodal de “la magia de hacer radio”.

Queda otra dimensión y es, precisamente, la del contexto glocal. Este tipo de contexto aporta elementos desde lo más local hasta lo más global, de modo que es esperable que, en comunidades con fuertes lazos sociales, la radio tenga mayor incidencia comunitaria que en ciudades más insertas en la gran orquesta global. En el primer caso, la radio es un contribuyente decisivo a la práctica cotidiana de construcción identitaria de la comunidad en tanto aporta componente local, mientras que en el otro caso, se tiende a contribuir componente global e hibridación a esas construcciones. Conozco ejemplos de ambos casos y puedo asegurar que ambos funcionan, de modo que la tarea de “selección de contenidos” comienza a ser clave en la misión de cada radio que suena en el éter (o se difunde a través de la Internet). 

Una de las tendencias que justamente se inaugura a partir del papel relevante que tiene la instancia de “selección de contenidos” es el de abrir el juego a otros actores. Se trata de “pensar globalmente y actuar localmente”; de incorporar el criterio participativo a través del cual los propios actores sean quienes escriben o narran los relatos, las crónicas, las noticias y las significaciones que de ellas hace la comunidad local pero incorporando componentes globales. Esto supone un rescate de lo glocal como contexto desde el que se asigna significado a un evento y una práctica de la ciudadanía y convertirse ipso facto en protagonista de su propia narrrativa. Por ejemplo, el “periodismo social” o “periodismo ciudadano” se caracteriza por descentralizar el foco no sólo de la noticia sino también el de la fuente. Será cuestión de grados qué tan desregulado sea este sistema de producción de noticias –algunos estarán más descentrados que otros-, desplazando el rol del periodista más al de un facilitador que el de un interpretante de las noticias.

En todo caso, no podemos negar que casi concluyendo la primera década del siglo XXI estamos asistiendo a tiempos de transición hasta en el modo de “hacer radio”, en el modo de hacer noticias, en el modo de comunicarnos, en el modo de construir identidades sociales y en el modo de insertar nuestras comunidades en la gran orquesta global.

F.M

Radio[3]

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